Se avecina una “nueva normalidad” ¿Cómo empezar de nuevo?
“Tiempo de incertidumbres. Tiempo de cambios. Tiempo de desconciertos. Tiempo para aceptar y asumir el miedo y no dejarnos paralizar. Tiempo difícil. Tiempo de descubrimientos. Tiempo en el que quedamos al desnudo; en el que los demás quedan al desnudo; tiempo en el que quedan al desnudo nuestros vínculos y sus dificultades y posibilidades; tiempo en el que se hace evidente quiénes somos en verdad; tiempo en el que se pone a prueba la verdad de nuestro amor.
Tiempos de incomprensiones; tiempo que nos permite detectar dónde y cómo estoy, qué pienso y siento y tiempo que nos permite conocer dónde y cómo están los otros, que piensan y sienten. Tiempo de densidades. Tiempo oportuno para el silencio, la escucha, la acogida. Tiempo de aprendizajes. Tiempo de cuestionamientos. Tiempo para soltar. Tiempo para descubrimientos. Tiempo para volver a situar lo esencial. Tiempo para disponerse y optar. Tiempo de decisiones y determinaciones.
Tiempo para estar, hallarse, encontrar y encontrarse. Tiempo para habitar. Tiempo de presencias. Tiempo para permanecer, arraigar, situar. Tiempo para estabilizarse.
¿Cómo volver a restablecerse en la “normalidad? ¿Cómo empezar de nuevo? ¿Tendremos humanamente fuerzas? ¿Sabremos incorporar todas las exigencias del nuevo re-comenzar?
Los tiempos de crisis, si los aprovechamos, son tiempos de crecimiento. Necesitamos volver a morar en nuestra tierra, amando sintiéndonos amados. Necesitamos anidar en nuestra propia libertad alojándonos en un delicado respeto por la conciencia de los otros. Dar espacio y lugar en nosotros, a los otros y a lo otro. Dejarnos transfigurar por la sana vincularidad del Misterio Trascendente que nos constituye y que es Padre que ama; Hijo que es amado y Espíritu que es el amor mismo.
Y así, serenamente pacificados, contemplar; lograr misteriosamente la suspensión de juicios indebidos, albergando la capacidad de perdón y arrendando ese no condenar que encarna el “poner la otra mejilla”; simplemente estar; permanecer; valorar a todo otro, piense lo que piense, obre como obre; sanar incomprensiones y heridas; salir en la medida de lo posible al encuentro; no exigir; aceptar, ser; vivir afincados en lo inmutable.
Recuperar la alegría ubicando nuestras pulsiones; situando al poder en el servicio; colocando el tener en el compartir; instalando el poseer en el desapego y el desprendimiento; estableciendo el placer en el ejercicio del bien mayor.
¿Cómo empezar de nuevo?
Desprendiéndonos de nuestros propios proyectos; desapegándonos de los criterios que entorpecen el encuentro; estabilizándonos en una actitud de acogida y discernimiento junto con; comprometiéndonos con toda vida.
Empezar de nuevo reafirmando nuestra alianza; reaccionando evangélicamente ante toda situación que hiera de muerte la justicia y la dignidad. Cultivando el espacio interior y personal necesario para recoger, comprender, asumir, todo aquello que este tiempo vino a decir y quiere dejarnos.
Empezar de nuevo despertando; habiendo aprendido a ubicarnos en el lugar del otro, a comprender lo que el otro siente y piensa; a respetar lo que busca; colaborando con una nueva cultura, una nueva civilización que pide, suplica, poder nacer, haciendo realidad la no-violencia; viviendo el encuentro, estableciendo un caminar ‘vida-céntrico’.
Tiempo que, quebrando nuestras lógicas, nos regala muchas sorpresas. Tiempo que, a su manera y no a la nuestra, gesta lo nuevo.
Tiempo para transitar en y desde la confianza.
Tiempo para dejarnos sorprender”.
(Liliana Badaloni O.P.)