Caminar de las Hermanas de la Congregación Romana de Santo Domingo en Chile
En el capítulo de la provincia de España del año 1989 se recogió “la llamada a hacernos presentes al servicio del Reino en América Latina”. El gobierno provincial fue el encargado de hacer las gestiones necesarias para perfilar el país donde implantar nuestro proyecto misionero, que nacía como respuesta al deseo de las hermanas de vivir en este lado del mundo en medio de los pobres.
Después de un largo discernimiento, con encuentros de hermanos y hermanas dominicos, conocedores de la realidad Latinoamericana, se decidió venir a Chile. Previamente lo hicieron la priora provincial, Rosario de Meer, y una consejera, con el fin de visitar, conocer las posibilidades y tener los primeros contactos con la realidad chilena, la Iglesia, las comunidades eclesiales de base, la conferencia de religiosos y religiosas y la familia dominicana.
En enero de 1993 llegaron las hermanas Gloria Escolar, María Jesús Cútoli e Ysabel Barroso, acompañadas de la priora provincial. Fueron acogidas por los dominicos y se instalaron en el convento de Santo Domingo para ir viendo donde insertarse. Visitaron dos lugares, Lampa y la zona sur de Santiago. Se decidieron por la zona sur de Santiago, invitadas por el vicario, Rafael Hernández. “Estas primeras semanas han cundido tanto, y de un modo tan providencial, que ya hemos encontrado esa 1ª inserción donde aterrizar, empezar a caminar y descubrir esta nueva realidad”. (Carta de las hermanas a la provincia de España. Febrero 1993)
En febrero llegaron a la Parroquia San Columbano, con siete comunidades eclesiales de base, un sector de 44.000 personas de la Comuna El Bosque, animada por un equipo columbano compuesto por sacerdotes y laicas columbanas. La comunidad se fue implicando y comprometiendo en el acompañamiento de las co-munidades cristianas de base, en las comunidades eclesiales de base y en la pastoral social; ésta última respondía a las necesidades de la población en general, independientemente de sus creencias religiosas. Lo expresaban ya así las hermanas, en una de sus primeras cartas: “¿Qué deciros de las impresiones que me suscita el primer con-tacto con las poblaciones? Presiento la llamada apremiante a vivir un proceso de transformación profundo.
Es como si lo vivido hasta ahora valiera poco y fuera necesario vivir lo de Nicodemo: nacer de nuevo, para abrirnos a otra cultura, otra psicología, otro modo de vivir nuevos planteamientos pastorales… lo anterior quedará de cimiento, pero hace falta empezar a construir de nuevo….”. (Carta, Febrero 1993)
“Desde el primer día de nuestra llegada resonó la palabra acompañar como la tarea específica de los agentes pastorales consagrados”. (Proyecto misionero 1994) Para vivir esto, nos ayudó el que siempre se colaboró de manera muy unida con los sacerdotes columbanos; una relación horizontal, fraterna y de trabajo en equipo, son los rasgos de esta reciprocidad.
La inserción de las hermanas en la población se fue transformando en una casa abierta para todos y todas, donde el diálogo y la escucha a las personas iban tomando protagonismo. Con motivo de una jornada de reflexión cuyo tema era la mirada de los laicos sobre la vida religiosa, los laicos nos dijeron: “Nosotros los chilenos somos clasistas y discriminadores, y ustedes, en lugar de irse a un lugar mejor, se quedaron con nosotros”, y “a ustedes las encontramos caminando por nuestras mismas veredas”. Estas palabras nos impactaron.
Con el correr del tiempo nos fuimos haciendo puente entre algunas personas de Chile y otras extranjeras (todas ellas con relación a la familia dominicana) que querían colaborar eco-nómicamente para el desarrollo de la población a través de proyectos.
Durante estos 20 años ha sido muy importan-te el incorporarnos en el estilo de trabajo pastoral de la Vicaría Sur y en el Decanato de Santa Rosa Sur, donde hemos podido cultivar las relaciones fraternas, el apoyo y el trabajo en equipo. El 60% de las religiosas y religiosos y los sacer-dotes de esta zona son extranjeros, muchos han vivido más de 40 años fuera de su país, y nos han interpelado por ser mujeres y hombres de valía por su fe y compromiso social.
Las hermanas no sólo trabajaron en la población sino que se fueron abriendo a un trabajo más amplio: en la Vicaria de la Zona Sur, CONFERRE, la ONG Centro de Educación Humana en La Pintana, y el Policlínico Monseñor Enrique Alvear.
En el ámbito de la Familia Dominicana, des-de un principio hemos apostado por colaborar y participar de forma activa en las comisiones, acciones y encuentros que surgieran. En los úl-timos años potenciamos la colaboración con una comunidad de jóvenes del MJD para hacer apoyo escolar con niñas y niños de la población. Esta iniciativa surgió desde el equipo de pastoral de la Academia de Humanidades. Nos hemos implicado con entusiasmo en las celebraciones de Santo Domingo; hemos compartido por varios años las fiestas patrias en Pudahuel con las Misioneras del Rosario, y hemos reflexionado en reuniones comunitarias en La Legua con estas mismas hermanas. Participamos también en las misiones de la Familia Dominicana; en la formación inicial haciendo equipo con las formadoras; en varias ocasiones hemos ido a los monasterios de las monjas, en Yerbas Buenas, Copiapó y en Santiago para estar un día o una semana de retiro.
Ha sido un espacio donde hemos sentido que creábamos familia, y lo hemos privilegiado conscientes de la reducida presencia de nuestra congregación en Chile. Esta ha sido nuestra familia en Chile. Desde hace varios años, hemos acompañado a un grupo de laicas y laicos de la población que querían acercarse más a la espiritualidad dominicana, para ahondar en esos rasgos que percibían en nosotras y en las oraciones de Catalina de Siena, de democracia, diálogo, libertad… hasta llegar a crear la Fraternidad laical “Catalina de Siena”.
Otro espacio importante para la mayoría de nosotras ha sido el Centro ecuménico Diego de Medellín, lugar de diálogo, apertura y reflexión teológica desde una visión ecuménica y de género en torno a temas sociales y contingentes. La presencia de la congregación en Chile se inició con hermanas de la provincia de España y se fue abriendo a otras colaboraciones, incorporándose algunas hermanas de otras entidades, Brasil, Francia y Benín, llegando a crear una comunidad internacional. La experiencia más larga fue con Anne Marie Guénégo (2006-2011). Otras hermanas españolas han venido a apoyar la comunidad durante 1 ó 2 meses, y algunas hermanas en formación durante un tiempo más largo. Para la mayoría de ellas esta inserción ha dejado una huella muy positiva. Así mismo, se acogió durante un año a una voluntaria de EEUU a través del Voluntariado Dominicano Internacional (DVI). Jóvenes españoles de ambos sexos y una señora norteamericana vinieron por uno o dos meses.
Esta misión ha estado y está llena de sentido para nosotras. Sin embargo, la necesidad de reestructuración en nuestra provincia, así como la dificultad para encontrar hermanas disponibles para asumir esta misión, han llevado a nuestro consejo provincial a tomar la decisión de cerrar la comunidad, decisión que asumimos fraternamente desde el compromiso y la pertenencia a nuestra provincia en España.
En los últimos días de junio regresaremos a España, cerrando así la presencia como congregación en este país. Nuestro deseo es aprovechar y seguir disfrutando y trabajando en estos meses por venir. Esperamos tener algún momento para compartir con ustedes desde esta bella fraternidad de la Familia Dominicana en Chile.